Una declaración personal de agilidad



¿Cuánto tiempo soy capaz de esperar por algo que digo querer? Y para no ser mal entendido, esperar no significa para mí sentarme a ver qué pasa; esperar es actuar, pero, con paciencia, porque en la vida las cosas no pasan según un plan, por más que insistamos en engañarnos no vivimos en “Mediocristán”, porque además cada uno de nosotros tiene un tiempo, un ritmo para hacer las cosas.
Cuando realmente quiero algo, o a alguien, soy capaz de esperar la vida, algunos piensan que es obstinación, yo en cambio lo defino como compromiso con mis objetivos. No espero que nadie actúe como lo hago yo, tal vez estoy un poco loco, pero, si hay algo que este gran proyecto que es mi vida me ha enseñado, a veces de manera amable y otras no tanto, es que puedo lograr lo que me propongo, tal vez no en el momento esperado o dentro del plan, cometiendo errores, perdiendo, pero, también aprendiendo a ser flexible, a adaptarme y ser paciente.
Si se es consecuente con una visión, con unos objetivos, no se abandona a pesar de nada, se aprende a disfrutar el camino con sus altas y bajas, se es ágil. La vida cambia y nos transforma constantemente, en caso contrario no estaríamos aquí, nos hubiésemos extinguidos. Estoy seguro de que si cada uno de ustedes examina su vida con detenimiento se dará cuenta de lo ágil que es y puede llegar a ser.
P.D: A comienzos de este mes De proyecto en proyecto llegó a su visita un millón, quiero aprovechar para agradecerle a cada uno de ustedes por lo consecuentes que han sido con mis artículos durante estos 8 años. Muchas personas me han preguntado por qué sigo escribiendo si esto no me genera ningún ingreso monetario y no “me ha hecho famoso”…..y la respuesta es sencilla, lo hago por la satisfacción de compartir con ustedes lo poco que he aprendido y experimentado en mi recorrido por el apasionante mundo de los proyectos. Una vez más, infinitas gracias por acompañarme.
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¿Por qué es importante aprender a gerenciar proyectos?



Seguramente muchos de ustedes, al igual que yo, son el resultado de eso que algunos llaman la educación por contenidos. Ese sistema en el cual nos veíamos obligados a almacenar en nuestras memorias una gran cantidad de información, que en muchos casos no volveríamos a necesitar, como fechas históricas, nombre de próceres y de batallas de la independencia, las capitales y banderas de todos los países y paremos de contar. Por supuesto, en los años 80 y 90, cuando estudié en el colegio y en la universidad, no nos imaginábamos la revolución que estaba por ocurrir y que pondría al alcance de un click toda la información existente.
Las nuevas tecnologías nos liberaron de la necesidad de memorizar datos, sin embargo, aún existen sistemas educativos fundamentados en este paradigma y, sorprendentemente al menos para mí, escuelas donde no se permite que los estudiantes utilicen sus dispositivos, como teléfonos inteligentes, tablets o computadoras para buscar información. Afortunadamente, también hay sistemas que han abrazado el cambio y se han dedicado a promover el desarrollo de competencias o habilidades “blandas”, por encima de la acumulación de información, entendiendo que estas son fundamentales no solo para el desempeño laboral, sino para la vida en general.
Uno de estos modelos formativos es la educación por proyectos, o en gestión de proyecto, donde los estudiantes obtienen un marco teórico sólido sobre lo que son estas iniciativas, su importancia como vehículos para la innovación y la transformación de realidades humanas y sobre las maneras de gerenciar para lograr los objetivos propuestos. Pero, sobre todo, y en mi opinión más importante, aprenden a liderar, tomar decisiones, planificar y definir metas, manejar conflictos, identificar y resolver problemas, trabajar en equipo, delegar y gestionar el cambio.
Creo que la mayoría de ustedes estará de acuerdo en la importancia que tienen estas cualidades. En lo particular aprender a gerenciar proyectos me ha permitido ser más eficiente y efectivo en el logro de mis objetivos personales y profesionales, a relacionarme mejor, a abordar los problemas sistemáticamente, a proponer soluciones, a entender las necesidades e inquietudes de quienes me rodean y a ofrecer incentivos en consecuencia, entre otras cosas, casi llego a lamentar el no haber aprendido sobre gestión de proyectos desde la escuela.
Por otro lado, los programas de educación por proyectos se han convertido en un mecanismo para permitir que niños y jóvenes en situación de pobreza y que no tienen acceso a una educación de calidad, se conviertan en personas y profesionales más competitivos en el futuro, gracias al desarrollo de estas habilidades muy apreciadas por los mercados laborales y útiles para emprender, abriéndose una ventana de oportunidad. Un ejemplo son los programas que lleva adelante a nivel mundial el Project Management Institute Educational Fundation PMIEF.
Según algunos artículos que he leído, actualmente no conocemos cuáles serán las posiciones laborales o profesiones del futuro, por ende no existen programas educativos que preparen a nuestros hijos para estas. Lo que sí creo que es una certeza es que en la medida en que ellos logren desarrollar competencias y aprendan a gestionar proyectos no solo tendrán vidas más exitosas, sino también más satisfactorias y felices.
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